Primus Circumdedisti Me

“El joven rey llenó la copa de su mortal enemiga con gentileza española.

-… de forma- concluía su discurso-, que dos milenios de Historia avalan a mi pueblo como el más grande que hayan conocido, y conocerán, los tiempos.

La que sería recordada comola ReinaVirgenrió con coquetería.

-¿Eso es todo lo que tiene que ofrecer su España, mi buen Felipe?- le retó, con una sonrisa estudiada-. ¿Añoranzas de viejos logros? ¿Libros de Historia apolillados? ¿Un Imperio que, no intente esconderlo, se pudre desde dentro?- levantó su copa mostrando la tersa piel de su mano-. La posteridad reconoce a los países por algo más que por un buen vino.

-Generoso reconocimiento viniendo de usted, querida Isabel- concedió el monarca-. El Inglés es un pueblo traidor. La grandeza no puede venir de la mano de ladrones y piratas.

-Mi buen amigo, no esconda con sus palabras la decadencia de su Imperio- le pidióla Tudor-.Perdieronel impulso hace años. Sostienen su sociedad en una religión que al tiempo es su grillete. Su gente es inculta y supersticiosa. ¿No es cierto que sus leyes aún prohíben el uso de la magia?, ¿son falsos los rumores de que su gallardía castellana es incapaz de enfrentarse a las artes de los nativos de “sus” colonias? Deje paso a los audaces, Felipe, y tendrá siempre un lugar a mi lado.

El Prudente se preguntó si sería capaz de tolerar tal broma de otra persona que no fuese ese admirado demonio pelirrojo.

-¿Necesitan ser aplastados en más campos de batalla para demostrarles su papel en nuestra Europa?- le recordó, con chanza-. Nuestros nobles y villanos se abren paso entre selvas y montañas habitadas por criaturas que ustedes, acomodados en sus islas, jamás podrían imaginar. Amplían la frontera de España con cada uno de sus valientes pasos. Mientras, su autodenominada aristocracia se corrompe, engañando a aldeanos enrojecidos por la cerveza con sus trucos de salón. No menosprecie la fuerza del acero. No dude del poder dela Cruz.

Isabel I pareció darse un segundo para pensar.

-Hagamos algo para ver qué país ha de ser reconocido por los Siglos como el más grande por méritos conseguidos- decidió-. Organicemos dos expediciones, una inglesa y otra española, utilizando idénticos recursos. Que ambas partan de puerto en la misma fecha, en dirección a poniente. La primera que retorne, pero por el este, traerá entre sus logros la grandeza para su nación, y la victoria de esta pequeña apuesta.

Al segundo Felipe la política le había enseñado a manejar con cuidado las propuestas, sobre todo si eran aparentemente inocentes, o si venían de la lengua de esa hermosa serpiente inglesa.

-¿Poner el nombre de mi Imperio en manos de mis marinos?- preguntó el hombre más poderoso del mundo-. Mi mismo destino les confiaría. Pero serán necesarias unas garantías. Los ingleses sólo juegan con cartas marcadas.

-Decidamos las normas del juego- concedió la reina-. Pensemos en nuestros jugadores y veamos quién es capaz de circunnavegar este maravilloso y mágico mundo. La velada acaba de comenzar, y esta noche será escrita en oro en todos los libros de Historia.”